De viajes y babeles

Cuando viajamos a veces nos encontramos con personas distintas a las que normalmente tenemos contacto.

Por ejemplo, una vez me tocó estar cinco horas en el aeropuerto de Frankfurt esperando para hacer un trasbordo.

Me sentía en la torre de Babel. La puerta en la que me tocaba esperar estaba en un rincón, al fondo de un pasillo muy largo, en donde convergían cuatro puertas mas. Cada una llevaba a un destino distinto.

Había gente de todos los colores y tamaños que se les ocurran, con las vestimentas mas extrañas a mis ojos.

Y todos hablaban en extranjero, inclusive yo!

A partir de su mención en el Antiguo Testamento, la Torre de Babel adquiere una dimensión aparte de su valor arquitectónico. Se convierte en símbolo de la confusión que invade al hombre cuando no puede comunicarse con sus semejantes, porque cada uno emplea su propio idioma. Esta situación, inicialmente caótica fue (según el relato bíblico) deliberadamente provocada por Dios, para castigar el orgullo ilimitado de los seres humanos que pretendían llegar a tocar el cielo con sus manos.

A veces, y solo a veces, me pasa que escucho a las personas hablar y siento que, a pesar de que hablan en el mismo idioma, no se entienden.

Pasa en la vida común, pasa en la política, pasa en las discusiones mas enfervorizadas sobre cualquier tema que se puede debatir.

Y tanto de eso vemos hoy en día… Tantos sordos discutiendo sin que les importe mas que su propio bolsillo y sus ansias de poder.

Y todas esas discusiones "babelescas", si se me permite la licencia, tienen algo en común.

La soberbia de al menos uno de los personajes en cuestión.

El oro hace soberbios, y la soberbia, necios.

-Refrán-

Cesen los soberbios y cesará la necesidad de levantar a los humildes.

-José Marti-

Contra soberbia, humildad, suspira el fraile. Contra soberbia, ¡rebelión!, gritamos los hombres.

-Ricardo Flores Magón-